29.12.07

AGOTADOS...

Despues de tantas rutas y tantas excursiones pues acaba uno agotado...



23.12.07

MI QUERIDA BICICLETA


Mi sólida y casticada bicicleta.

Con mis amigos Pedro, Graciano y J. Antonio de ruta por la sierra

Subir un puerto de montaña siempre es un gran reto, y bajarlo... es increible, si no, mirad el siguiente video...


en éste caso es un larguísimo descenso en el Pirineo aragonés.

21.12.07

La ascensión a la Maladeta

En el verano de 2005, mientras transcurrían los días de nuestras escasas vacaciones en el Pirineo, quise llevar a cabo una idea que me rondaba desde hacía tiempo. El macizo de la Maladeta o Montes Malditos está coronado por el Pico Aneto, al que desde el año 92 habíamos ascendido en cinco ocasiones. Es una ruta preciosa que ofrece un poco de todo: marcha nocturna, zonas interminables de rocas, travesía por glaciar, escalada, recorrido circular si el tiempo lo permite...etc. El único inconveniente y mayor desconcierto lo produce lo concurrido del recorrido. Al ser el Aneto, con sus 3404 metros, el techo del Pirineo es lugar de peregrinación obligado de todo amante de la montaña que visite la zona. En el Paso de Mahoma (trepada muy aérea y espectacular que precede a la cumbre) es normal hacer cola, pues hay que pasar de uno en uno, convirtiéndose aquel punto en un embudo en el que hay hasta disputas con otros montañeros por ver quien pasa primero...
En esta ruta, al superar el Portillón Superior, llama la atención la cumbre de la Maladeta, que siempre queda marginada por la eclipsante presencia de su hermano mayor.
Aquel verano de 2005 quise hacer realidad mi sueño de coronar esta hermosa y agreste cumbre.
Tenía que decidir la ruta. Mis dudas eran enormes, pues las dos alternativas de ascenso presentan dificultades técnicas dignas de tener en cuenta, pues iba a subir solo y quería disfrutar lo máximo del recorrido. La elección la dejé para el día de la ascensión.
Una noche hablando con Carmen (mi sufrida novia) decidimos que la siguiente jornada sería la propicia...
Otra vez se repetía el ritual: despertador a las cuatro de la mañana, dos platos de pasta para desayunar, vestirme con todo el equipo necesario, mirar constantemente el cielo para ver si hay o no nubes.
Estaba en el vado de la Besurta a las 5:30 de la mañana, completamente a oscuras, acompañado de algunos montañero que ese día intentarían subir el Aneto.
Los primero pasos por el sendero son torpes, con los músculos de las piernas entumecidos y tropezando con casi todas las piedras que mi pequeña linterna frontal no me dejaban distinguir.
Los montañeros que me acompañaban paraban constantemente durante el primer tramo del recorrido. Cada vez que lo hacía yo, me giraba y podía distinguir las luces de sus linternas cada vez más lejanas, que se perdían poco a poco, haciéndole sentir cada vez más solo. Al poco llegué al Refugio de la Renclusa, donde todavía no se percibía ningún movimiento de montañeros de los que allí pernoctan. Me alejé del refugio en dirección sur por unas pedreras muy inclinadas y resvaladizas. La oscuridad era absoluta y comencé a preguntarme si dado la hora que era y a la altitud que me encontraba era normal que todavía no se distinguiera ningún rayo de luz...
Mientras continuaba ascendiendo por el inmenso caos de piedras arrastradas durante miles de años por el glaciar de la Maladeta. Pasaba el tiempo y mi preocupación por la ausencia de luz me hacía mirar constantemente al este buscando algo de claridad en aquel negro absoluto. Mientras superaba los infinitos obstáculos que presentaba el terreno que ascendía, mi cara se empapaba de una humedad fuera de lo común. La temperatura comenzó a ascender cuando debía ocurrir lo contrario. Lo que primero era una agradable brisa se fue convirtiendo en en un viento capaz de traer una tormenta en pocos minutos. Comenzó a vislumbrarse una tenue claridad y mis sospechas se confirmaban, estaba inmerso en una densa nube cargada de humedad que no me gustaba absolutamente nada. Fue a una altura de unos 2900 metros cuando me vi obligado a plantearme si debería seguir. Después de una marcha de cuatro horas sin parar de subir y llegar tan alto cuesta mucho renunciar a un objetivo que, desde aquí no quedaba demasiado lejos...
Un pensamiento me aclaró todas las dudas; Si tenía cualquier percance, ¿quién podría dar conmigo en aquel inmenso pedregal perdido entre las nubes y la ventisca?
Me di la vuelta sin pensármelo.



El descenso se me hizo eterno. Una lluvia constante me acompañó todo el recorrido calándome hasta los huesos. Con la ropa mojada es importante no perder calor y mantenerse en movimiento, sin detenernos, ya que el viento, moderado pero constante, puede generar una situación delicada. Los enormes cantos rodados de granito abrasivo, al estar mojados, se convierten en trampas. Una torcedura de tobillo era lo ultimo que me apetecía.

Horas después llegué al vado de la Besurta con la sensación de haber estado en un lugar no apto para las personas. Otra vez será.

Dias después, con la seguridad de que haría buen tiempo, se repitió el "ritual"...

Todo igual: madrugón, desayuno, autobús, vado de la Besurta, marcha nocturna, Refugio de la Renclusa... todo igual que hacía dos días, con la diferencia de que en la inmensa pedrera en la que me di la vuelta, tuve la oportunidad de presenciar un precioso amanecer.
Presentía que sería un gran día...

Mereció la pena haber subido hasta aquí otra vez. Al poco tiempo superé una zona de mucha inclinación, se trataba de la morrena que precede al Glaciar de la Maladeta. En breve estaba sentado, con un sol radiante calentándome la espalda, poniéndome los crampones, dispuesto a ascender la enorme masa de hielo. Fue un verdadero placer poder caminar con esa luz, con esa temperatura, con esa soledad. Una agradable marcha en calma que solo se rompía con el estruendo lejano de algunas avalanchas de piedras que caían de las cresta de las Maladetas.




Cada cierto tiempo alguna grieta me cerraba el paso. Había que adivinar si era mejor sortearla por una lado o por otro.
Eran grietas no muy abiertas, pero si muy largas, que me obligaban a dar grandes rodeos. A pesar de todo era muy agradable.
La siguiente incógnita me la planteaba la salida del glaciar por la famosa rimaya. No sabía que es lo que me iba a encontrar. Normalmente en verano está tan abierta que no se puede cruzar...

Las siguientes dos horas prefiero no recordarlas, simplemente decir que en verano nunca volveré a pasar por allí...


Una vez acabadas las dificultades, ya en la cresta cimera de la Maladeta, pude volver a disfrutar de la ascensión. Ya quedaba poco para la cumbre. Desde luego la zona estaba desierta de montañeros, lo que era un valor añadido para mi, que buscaba el contrapunto a la masificación del Aneto. Media hora tardé en llegar a la cumbre.... Que sensación, que alegría, que satisfacción...
Feliz en la cumbre
La cumbre estaba formada por un conjunto de grandes piedras afiladas que caen a tajo por los abismos de las caras noreste y noroeste, en medio de estos, la Cresta de los Portillones. Las vistas... infinitas... Llamaban la atención el Aneto y el Maldito.


El pico Aneto desde la Maladeta

El larguísimo descenso lo hice por la otra vertiente de los Portillones por el glaciar del Aneto... para, horas más tarde, llegar a la seguridad y la calidez del valle...

Que aventura...

Macizo de la Maladeta Occidental


El macizo de la Maladeta Occidental es un conjunto de montañas muy escarpadas con personalidad propia. Desde la cumbre de la Maladeta hacia el oeste se desarrolla una cordal de cumbres, la mayoría de más de tresmil metros de altura, muy erosionadas por los antiguos glaciares que por allí se derramaban. Los que existen son un mero testimonio de lo que fueron en su día. El valle, formando una inmensa herradura, corta el paso a este conjunto de magníficas cumbres.

16.12.07

Hablando de setas....




















Esta es una de nuestras grandes aficiones. Son duendes misteriosos que aparecen y desaparecen cuando las condiciones son propicias. Pequeñas, grandes, altas bajas, coloreadas, grises... preciosas y dignas de ser fotografiadas...

Ferratas del Pirineo...


En la primera guerra mundial, en la zona de los Dolomitas en los Alpes italianos, se habilitaron cables y escalas para que los militares pudieran acceder a las atalayas escarpadas características de aquel lugar, con la idea de poder otear el horizonte y ver al enemigo desde las alturas. En la época, era la forma más sencilla de poder hacer planos de situación y así actuar con ventaja frente al enemigo.

Por muy escarpada que fuera la montaña, con tesón y un enorme sacrificio, se fueron instalando cables y peldaños barrenados en las rocas de los enormes abismos característicos de aquella región, de éste modo, mayoría de aquellas altas montañas tenían su vía ferrata (herrada). Terminaron las guerras y con el paso de los años, aquellas vías se seguirían usando ya con otros fines. El boom del montañismo se sirvió de ellas con el fin de dar una nueva forma de acceder a muchas cumbres que serían inespugnables para la mayoría de los mortales.

La Marmolada, la Civetta, el Grupo Sella, el Sassolungo, la Tofana di Roces, son montañas de una verticalidad abrumadora que, gracias a las ferratas, se vuelven asequibles para casi cualquiera.

La moda de las ferratas llegó al Pirineo hace pocas décadas. Presentan la ventaja de que, al ser tan recientes, los herrajes no están degradados y brindan una seguridad difícil de superar. En los Alpes existen aún peldaños y cables originales desde hace un siglo... como para fiarse.

He tenido la suerte de haber conocido las feratas de los Dolomitas. La mayoría de ellas son recorridos largos que dan acceso a altas cumbres y con descensos eternos. Ferratas en las que se emplea un día completo para poderlas realizar. Las del pirineo son más directas tanto para la subida como para bajarlas. Esto es un aliciente. Todo el que ha vivido en aquel lugar sabe que en verano, la mayoría de las tardes el cielo se cubre con nubes de evolución, dando lugar a las temidas tormentas veraniegas del pirineo. Esos días son ideales para levantarse temprano y subir alguna ferrata para estar en el valle a la hora de comer.

Una de las más largas ferratas del Pirineo es la de Sacs que con un desnivel de 500 metros discurre por un enorme escalón de roca en el Valle de Benasque.


Ferrata de Sacs desde el valle








Comienzo de la Ferrata de Sacs





Se eleva a mucha altura sobre el valle






Seguros en la vía






Los cables están cubiertos con una funda de goma que facilita la escalada






Un descanso antes de los desplomes






La travesía




Tramo intermedio




Incluso hay presas artificiales

David en el desplome del tramo final




Los enormes tramos de peldaños





Tramo final

A veces el Pirineo te regala momentos como éste, escalada y micología dos en uno. Un día, al decender la Ferrata de Sacs por la ruta normal, en un recodo del estrecho sendero encontré lo que se convirtió en nuestra cena. Una enorme mancha de gallipiernas (macrolepiota procera) ¿Qué mejor premio despues de la fatigosa escalada?


Cumbres del Pirineo...



Midi Dóssau, Vignemale, Marboré, Monte Perdido, Posets, Cerler, Ballibierna, Salbaguardia, Maladeta, Aneto, Portarró, Encantats... que sensaciones, cuantas emociones en estas montañas, cuantos paisajes, cuantas alegrías. No tiene precio haber podido estar en sus cumbres, en mil circunstancias diferentes, cuantas perspectivas sobre los Pirineos.
Pero no sólo en las alturas existe la magia. Los maravillosos valles, ríos, bosques, pueblos, personas... que hemos encontrado a lo largo de estos años, que ya son unos cuantos, han tegido una red de experiencias que nos hace sentir que aquella es nuestra segunda casa. Allí tenemos amigos que se alegran al vernos cada verano y que valoran enormemente nuestro interés por estas tierras fronterizas del norte de España. Lo mejor de todo es pensar que todavía está todo por hacer y por descubrir...¿volveremos el próxim o verano?



Modesto y su familia...

Nuestros amigos de Anciles

7.12.07

El salto a los Pirineos...

En el año 92 mi hermano Antonio vivía en el sur de Francia, daba clases de español en un colegio de un pueblecito llamado Lectoure. En el mes de abril unos compañeros de aquel colegio vinieron a visitarnos a Sevilla para ver la Expo. Cuando decidieron volver a Francia me propusieron ir con ellos para darle una sorpresa a mi hermano, al que no veía desde hacía bastantes meses. El primer día de viaje lo terminamos en Calatayud. Al día siguiente reemprendimos la marcha y a las pocas horas estábamos entrando en el Pirineo... Mi primera sorpresa fue la Peña Montañesa, encima de Ainsa. Me impresionó la verticalidad de su cara oeste sobre el valle del Cinca. Luego, mis amigos decidieron llevarme al Circo de Pineta recorriendo primero el valle del mismo nombre. Yo estaba impactado al ver tantas montañas de tal magnitud. Aquel mismo día por la tarde llegamos a Lectoure y le dimos una gran sorpresa a mi hermano. Fue muy emotivo.
Al regresar a Sevilla tenía la sensación de que volvería pronto a aquellas montañas.
Aquel mismo verano hicimos el primer gran viaje a los Pirineos...
Comenzamos en Aigües Tortes, donde ascendimos al Pic de Portarro de Spot, luego fuimos al Valle de Benasque y ascendimos al Aneto que con 3404 metros es el techo de la cordillera. Después fuimos al valle de Ordesa y ascendimos al Monte Perdido.
Fue una magnífica toma de contacto.
Desde entonces, casi todos los veranos nos vamos a pasar las vacaciones al Valle de Benasque.
Creo ni en toda una vida haciendo excursiones por este valle llagaría a conocerlo completamente.
Le llaman el valle escondido pues es uno de los últimos en ser accesible. El mejor acceso desde el norte (Francia) es por el Portillón de Benasque, un collado de cierta altitud que era lugar de paso para los maltrechos viajeros que subían desde Luchon.
Por el sur, la única entrada era por el Congosto de Ventamillo que comenzó a ser transitado cuando se construyó una acequia para cuya elaboración tuvieron que habilitar un camino "colgado" de la pared. Este camino primero fue usado para ese fin, luego, viendo que era la única vía de acceso desde el sur, comenzaron a cobrar peaje para quien lo quisiera usar. Con el tiempo, aquel carril fue asfaltado y adecuado para el paso de vehículos de mayor tamaño convirtiéndose en la espectacular carretera que hoy es el acceso principal al Valle de Benasque.




El Aneto, techo del Pirineo y objetivo de aquel primer viaje. Foto tomada desde la cumbre de la Maladeta




Congosto de Ventamillo



Bajando del Salbaguardia por el sentero del Portillón


El pico Salbaguardia junto al Portillón de Benasque




La Forcanada, cerrando el valle en su extremo este



Monte perdido


Monte Perdido... Una mágica cumbre del Pirineo en la que hemos vivido momentos dificiles de olvidar. Desde aquella primera ascensión en el año 92 hasta hoy hemos realizado diferentes rutas por sus bellísimos senderos. Esta montaña está centrada en un triángulo mítico. Gavarnie, Pineta y Ordesa. Tres de los lugares más espectaculares de la cordillera. Desde su cumbre, situada a 3355 metros de altitud, la vista es grandiosa...


La ruta normal del Perdido asciende desde el Puente de los Alemanes en el Valle de Ordesa, recorriéndolo hasta su cabecera en el Circo de soaso. En este tramo el río Arazas nos deleita con sus cascadas y pozas. Las gradas de Soaso (pozas formadas por el escalonamiento de los estratos de la roca) incitan al descanso. Una vez allí se remontan las Clavijas de Soaso ( un conjunto de cables y cadenas que aseguran el paso por una pared de un centenar de metros) para acceder a unas praderas ya cercanas al refugio de Góriz, punto obligado para descansar en la dura ascensión. Desde allí el sendero no es tan evidente pero no por ello es complicado. Un sinfín de pedregales nos llevan al lago helado. Desde allí ya se ve la cumbre... pero desanima ver la pendiente del último tramo de la ascensión, la famosa Canal... y desde allí a la cima.


En varias ocasiones hemos estado en su cumbre, pero sin duda la ascensión que mas me ha impresionado ha sido la del verano del 2004. Teníamos nuestra tienda montada en el valle de Pineta y nos quedaban dos días para volver a Sevilla. Por la inclemencias del tiempo se nos pasaron las vacaciones y no pudimos disfrutar de alguna de las grandes rutas de esta cordillera y , la verdad, necesitaba quitarme la espinita e intentar hacer alguna ascensión poder deleitarme con el paisaje desde alguna gran cumbre...¿gran cumbre? pues lo tenía fácil. Monte perdido estaba en el límite de lo que podemos llamar excursiones de un día. Desde nuestro campamento, lo normal es ascender en dos jornadas de las que no disponía. ¿Y si lo intentaba en una?...Era un autentico reto pues son 220o metros de desnivel, con parte de la ascensión por una zona que no conocía de noche con la única compañía de mi linterna frontal. Luego la escalada del muro de la base del glaciar, la travesía por el mismo, el paso por el Cuello del Cilindro, rappel al Lago Helado y por último (si me quedaban fuerzas) la subida de la durísima canal hasta la cumbre.... Pues si, un reto.


Todo comenzó a las cuatro de la mañana con dos platos de spaguetti que me preparó mi sufrida Carmen con todo el cariño. Luego una oscuridad absoluta fuera de la tienda que desanimaba al más valiente. Al poco de comenzar la marcha por en "tenebroso" hayedo un ruido a mi derecha me daba a entender que no estaba solo. La luz de mi linterna no daba para largas distancias y no lograba ver de que era lo que sonaba... seguí caminando y una de las veces que levanté la vista para ver si iba por el camino correcto... un pedazo de jabalí parado en medio del camino. Me quedé clavado en el sitio. Era una imagen que no se me olvidará, aquel enorme animal que salió de la absoluta oscuridad. Parado a unos cinco metros de mi me miraba sin moverse. Yo tuve un acto reflejo que fue comenzar a dar golpes con los bastones en el suelo y pegar un grito, no se si para asustarlo o por el miedo que tenía. La cosa es que el animal, con toda la tranquilidad del mundo, comenzó a moverse hacia el otro lado del camino, y desapareció en aquel bosque tan cerrado y oscuro...
Dios mio, acababa de empezar y ya tenía una batallita para contar...

Con la linterna, y un poco de intuición, llegué al punto donde comienza el sendero, que tras ascender mil metros de desnivel, me llevaría al Balcón de Pineta. Éste sendero es, al comienzo ancho y bien marcado, para luego comenzar a estrecharse y difuminarse, hasta el punto de perderse entre los numerosos pedregales, bajo la sombra de la cerrada noche que me acompañaba. En varias ocasiones tuve que retroceder sobre mis pasos buscando las trazas del buen camino que constantemente jugaba con mi sentido de la orientación. Poco a poco comenzó a vislumbrarse en el horizonte una tenue luz. El amanecer prometía ser grandioso. Yo sentía que las luces de la mañana me compensarían por la dureza de la marcha nocturna que se estaba terminando. En una de las paradas de descanso, mientras bebía un poco de agua, note unos movimientos cerca de mí... ¿otro jabalí? no podía ser a esa altitud. Me giré y tenía frente a mí un grupo de sarrios que se movían tranquilos desplazándose hacia el norte. No se asustaron por mi presencia. Los estuve contemplando un buen rato mientras ellos pacían. Se me fue el santo al cielo. Decidí reanudar la marcha y al girarme hacia atrás vi el primer rayo de sol del día...

A pesar de la dificultades que me quedaban por superar en la ascensión, como las cuerdas fijas, el glaciar, el rappel al lago helado (que podría haber sorteado por un sendero que desconocía) y la durísima canal, las sensaciones de la marcha durante la noche, el amanecer y la llegada a la cumbre fueron los mejores momentos de aquel fantástico día...

Al llegar al Balcón de Pineta lo primero que se ve es esto...

El glaciar del Perdido, a pesar de la regresión, sigue siendo espectacular



En días así andar por el hielo es una gozada

La imponente cara norte del Cilindro

Los retorcidos estratos del Cilindro en su cara este


El tramo final del Monte Perdido con el Lago Helado y la canal

Vista desde la cumbre del Perdido con el Cilindro en primer plano y el Vignemale al fondo a la izquierda

En la cumbre después de ascender la vertiente norte por el Glaciar desde el valle de Pineta...2200 metros de desnivel¡¡¡¡¡¡¡

Increible aquella subida...pero ahora había que volver a casa